La escalera de plata by Jean Rabe

La escalera de plata by Jean Rabe

autor:Jean Rabe [Rabe, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T05:00:00+00:00


10

Obsesiones

Gair insistió en ir a la ciudad para ocuparse de que Goldmoon recibiera más materiales de construcción que sustituyeran todo lo que el fuego había destruido. No le dijo a la sanadora que ya tenía planeado el viaje porque quería ir a la tienda del amanuense. Willum acompañó al elfo para informar a Camilla del sabotaje contra el campamento y para pedirle que asignara más hombres a la guarnición. Ambos hicieron el trayecto a caballo para ahorrar tiempo.

Gair pensó que podría hablarle a la comandante Weoledge de los que-nal y de Caminante de las Sombras. Hasta entonces no había mencionado palabra ni a Goldmoon ni a Iryl, que decía ser amiga de los que-nal. Estaba seguro de que Camilla no lo presionaría para descubrir cuánto sabía. El elfo hizo un esfuerzo por ser amable y acribilló a Willum a preguntas sobre Camilla para no pensar en su dilema.

—¿Por qué no se lo preguntas tú mismo esta noche? —le sugirió el teniente al acercarse a las puertas de la ciudad—. Durante la cena. Serás mi invitado.

Gair aceptó, por descontado, y fue un invitado excepcionalmente sociable. Sólo permaneció en silencio cuando Willum abordó el tema del incendio de la ciudadela. Camilla expresó cortésmente el debido pesar por lo sucedido y acto seguido su asombro por el hecho que Goldmoon pensara en seguir adelante.

Al avanzar la velada, y tras haber cambiado al fin de tema, la mujer se dio cuenta de que estaba comiendo todo lo que le servían e incluso, a instancias de Gair, repitió budín. Los ojos de la comandante se posaban a menudo sobre el elfo, pero rápidamente clavaba la vista en su plato antes de que otros lo advirtieran. Tan pronto como la cena hubo acabado, Camilla se excusó:

—Debo escribir algunas cartas —dijo a Gair y a sus hombres.

Ya en la habitación de la torre, la mujer empezó a pasear delante del escritorio, echando miradas a la carta que había llegado para ella en el barco solámnico que seguía anclado en puerto. Era la respuesta a una carta que había escrito hacía más de cuatro semanas, en la que solicitaba al Consejo Solámnico que le concediera autoridad para expulsar a Goldmoon de la isla de Schallsea. Leyó la respuesta una y otra vez, y después siguió paseando.

Así transcurrió una hora. Cuando las estrellas aparecieron en el firmamento, Camilla se acercó a la ventana y contempló la ciudad. Su mirada se concentró en el puerto. La luna llena se reflejaba en las olas, iluminando los muelles y el buque solámnico amarrado allí, e iluminando también a Gair Brumagrís. ¿Qué hacía el elfo levantado tan tarde? ¿Tampoco él podía dormir?

***

Gair estaba sentado en el muelle arrebujado en su pesado abrigo de lana, mirando fijamente el agua y los colores que teñían las olas: el negro de la noche, las brillantes manchas amarillas de luz que se reflejaban de las ventanas de las casas, el iridiscente blanco de la luna. Tenía los dedos estirados sobre las burdas planchas heladas y sus sentidos



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